«La próxima película de Carmen Trevilla» Crítica de José Manuel Cruz

Crítica de Jose LManuel Cruz a "La ultima película de Carman Trevilla"

Parte del equipo de «La próxima película de Carmen Trevilla» en Mar del Plata, con Lucía Seles, donde hubo un gran tercer pase hoy.

Y magnífica crítica-estudio de José Manuel Cruz:

La historia de la película es cómo Carmen Trevilla va explicando cómo va a ser su próxima película (La nueva Ezeiza) a sus dos posibles productores, uno español (Iván García-Pelayo) y otra uruguaya (Cristina Montero). Resulta evidente que Carmen Trevilla es Lucía Seles y que Lucía Seles es Carmen Trevilla pero el juego planteado convierte al nuevo film de Gonzalo García-Pelayo en un ejercicio de cine dentro del cine dentro del cine, un sugerente mecanismo de espejos, simetrías y metaficción que sirve para indagar en la naturaleza y esencia del cine más auténtico y genuino. No es la primera vez que Gonzalo García-Pelayo plantea una estrategia narrativa de este tipo. Ya lo hizo en Amo que te amen (2015), donde Nacha la Macha leía el guion de una película que nunca había sido rodada, y en Así se rodó… Carne Quebrada (2022), que era un “falso” making of de otra película que nunca llegábamos a ver. Pero, en esta ocasión, se trata de algo distinto y, en cierto modo, viene a cerrar un ciclo. En Así se rodó… Carne Quebrada, el centro de gravedad era una película en rodaje. En Amo que te amen, se trataba de una película de la que existía el guion. En La próxima película de Carmen Trevilla, damos un paso atrás: asistimos, podemos decir que en pleno directo, al mismo proceso de creación de una película futura y, a través de él, a cómo es el propio proceso creativo de Lucía Seles, su personalidad, su mundo, su imaginario y las claves de su obra. Y ello a través de un esquema de actuación que se parece al de las otras dos películas pero que tiene un punto mayor de complejidad. Porque aquí interviene un juego (bastante transparente, por otra parte) de dos alter ego (Carmen Trevilla como alter ego de Lucía Seles, Iván García-Pelayo como alter ego de Gonzalo García-Pelayo), enlazados por una intermediaria (Cristina Montero) que aparece como “conseguidora” posible de esta convergencia de personajes y, en consecuencia, de la irrupción de las originales e insólitas situaciones de las que seremos testigos. Sobre esa base, en La próxima película de Carmen Trevilla ocurre algo parecido a lo que ya sucedía en Amo que te amen y Así se rodó… Carne Quebrada: en última instancia, ante los ecos, huellas y señales de una película “invisible” de la que solo vemos sus esbozos, es el espectador el que se convierte en el gran protagonista (secreto) del film ya que será el agente necesario para llegar a construir la película completa. Es decir, como ocurría con las otras dos películas a las que nos estamos refiriendo, La próxima película de Carmen Trevilla se convierte en un film, digamos, tridimensional si el espectador acepta convertirse en el cómplice necesario para ello.

Si hablamos de Ezeiza y Buenos Aires, todos pensaríamos en el aeropuerto internacional de la ciudad. Sin embargo, Lucía Seles ha descubierto que en Ezeiza también hay una estación de tren y se fija en ella y la convierte en el escenario del desenlace de su película. Es decir, ha dado la vuelta al single: ha dejado a un lado la cara A (el aeropuerto) y se ha centrado en la cara B (la estación de tren). Este gesto será el eje vertebrador que inspirará cada una de las secuencias que conforman el film, alejándose en todo momento de lo rutinario y convencional, deslizándose por lo insólito y visitando no los lugares más conocidos y de turismo de postal de Buenos Aires sino acercándose a aquellos que, en su mayor o menor anonimato, encierran un significado y personalidad que merecen ser reconocidos. De este modo, La próxima película de Carmen Trevilla se desarrolla en doce cuadros que podríamos describir del siguiente modo:

PRIMERA PARTE:

  • Lectura de lista de sufrimientos.
  • Lección para aprender a montar en moto.
  • Escucha de canciones creadas por Lucía Seles.
  • Visita a Avellaneda para ver los estadios de Independiente y Racing.
  • Ensayos de algunas secuencias de La nueva Ezeiza.
  • Conversación entre Iván García-Pelayo y Cristina Montero sobre las posibilidades de la película y la situación del cine actual

SEGUNDA PARTE:

  • Visita al propietario de un establecimiento llamado La Farola (Javier García-Pelayo) –tal como Lucía Seles lo presenta es “su único amigo europeo”– y su hijo (Óscar García-Pelayo).
  • Visita al hermano de Lucía Seles. / Lectura de lista de odios.
  • Partido de fútbol entre el Club Villa Dálmine y el Club Social y Deportivo Madryn.
  • Nueva conversación entre Iván García-Pelayo y Cristina Montero.
  • Visita a ferretería.
  • Viaje hasta la estación ferroviaria de Ezeiza.

(Vista de esta manera la estructura narrativa de las dos partes de esta película, casi parecería que es la de un antiguo LP de 33 r.p.m. con sus correspondientes cara A y su cara B, lo cual concordaría bastante bien con unas palabras que Lucía Seles pronuncia en un momento del film cuando se refiere a la importancia que la música tiene en su vida y, por supuesto, con la relevancia que en su vida y en su cine ha tenido la música en la trayectoria del propio Gonzalo García-Pelayo).

Si, anteriormente, hemos dicho que Gonzalo García-Pelayo podría estar revisitando su filmografía desde su experiencia en un hemisferio diferente, y que podríamos trazar un paralelismo entre Manuela y Bruna y entre Frente al mar y Ritmo 2 x 3, podríamos continuar con el razonamiento y, ahora, relacionar La próxima película de Carmen Trevilla con Vivir en Sevilla y llamarla como Vvir en Buenos Aires. Efectivamente, si en la película de 1978 conocíamos aspectos desconocido de la capital hispalense, en las dos películas de 2023 tenemos una perspectiva de la metrópoli bonaerense alejada de cualquier rutina o monotonía y, además, para reforzar el paralelismo, si nuestro cicerone en Sevilla era Miguel Ángel Iglesias, en Buenos Aires lo es Lucía Seles/Carmen Trevilla, en ambos casos dos guías que nos asombran con su inventiva verbal, sus sorprendentes hallazgos expresivos y su muy personal actitud vital.
Con independencia de que ello sea correcto o no (es lo menos importante), La próxima película de Carmen Trevilla es un sugerente y fascinante acercamiento a una posición artística alejada del mainstream y a los gustos y tendencias mayoritarios y a una personalidad al margen de convencionalismos que busca su espacio en un entorno que siempre ofrece resquicios más o menos ocultos, más o menos escurridizos, para la libertad y la autorrealización. Desde este punto de vista, este film se acaba convirtiendo en una exploración fenomenológica de la independencia creativa y vital y una propuesta provocativa sobre una forma de hacer cine completamente alejada de las prescripciones canónicas actuales. Y no cabe considerar ambos aspectos como autónomos sino como intrínsecamente relacionados. Ambos quedan plasmados en el último cuadro de cada una de las dos partes de la película. En el cuadro que cierra la primera parte, la conversación entre Iván García-Pelayo y Cristina Montero gira en torno a lo que las burocracias cinematográficas de los festivales prefieren en estos tiempos (en una especie de versión suave del mensaje que Gonzalo García-Pelayo expresaba al final del making of de Ainur)) y ambos constatan que lo que Lucía Seles hace no tiene encaje en los estrechos y miopes márgenes de esas preferencias. La imagen que cierra toda la película, con Lucía Seles sentada en uno de los bancos de la estación ferroviaria de Ezeiza, filmando la escena que ella ha contado en la que el personaje de su película, tras salir de un sanatorio, se da cuenta de que no puede cumplir con su aspiración de trabajar en una ferretería por el laborioso proceso que ello supone, es puro cine Lucía Seles, pura y conmovedora destilación de una suave melancolía, la misma melancolía que puede encerrar el plano final de Greta Garbo en La reina Cristina de Suecia (1933) de Rouben Mamoulian, el de Giulietta Masina en Las noches de Cabiria (1957) de Federico Fellini, el de Paulette Goddard y Charles Chaplin en Tiempos modernos (1936) de Charles Chaplin o el de Lamberto Maggiorani y Enzo Staiola en Ladrón de bicicletas (1948) de Vittorio de Sica. Quizás, la misma melancolía que desprendía el Johnny Carter de El perseguidor de Julio Cortázar. Un plano que solo puede realizarse desde una determinada concepción del cine, que no es el cine que, en los tiempos actuales, es mayoritario. Solo desde un cine entregado a una actitud creativa y artística libre y exigente se puede conseguir un plano como ese. Esa es la moraleja final y decisiva de La próxima película de Carmen Trevilla, la lección de dos cineastas que se han encontrado para asociar sus respectivos universos creativos y reivindicar la pureza de la imagen, capaz de ofrecer momentos excelsos y sublimes, capaz de hablar de los sentimientos más profundos y sustanciales si se la descontamina de elementos extraños y espurios. Lucia Seles y Gonzalo García-Pelayo nos descubren que, tal vez, solo en la visita a lo periférico se puede acceder al centro relevante de la vida y el arte. La imagen solitaria de Lucía Seles en el banco de la estación ferroviaria de Ezeiza acaba siendo así la metáfora perfecta de un tipo de cine que solo se puede desarrollar en el silencio y la discreción pero que, a pesar de ello, ofrece a muchos espectadores la única posibilidad de acceder a pensamientos y emociones que parecen vedadas en las películas que hoy día podemos ver en plataformas y salas de cine. Esa imagen solitaria es, a la vez, provocación, reivindicación y expresión de un secreto desconsuelo que parece ser el destino final de una independencia insobornable. La próxima película de Carmen Trevilla, no obstante, es, en sí misma, uno de los milagros finales que, en esta ocasión, Gonzalo García-Pelayo y Lucía Seles nos ofrecen: a pesar de todo, ha terminado realizándose un film que es pura y genuina verdad. Y, además, y este es el otro milagro, está el que queda en la imaginación del espectador, distinto para cada uno de los espectadores que vea la película pero que, en todos los casos, se trata de una película soñada, la auténtica “próxima película de Carmen Trevilla”, construida con el material de lo insólito y lo deslumbrante, con las texturas de lo arrebatadoramente íntimo e intrínsecamente personal, con las trazas de lo que el mejor cine siempre ha ofrecido y que, en los tiempos actuales, ha parecido olvidar completamente. (No en vano JM Cruz es el autor del libro que analiza mis 24 primeras películas y esta es la 25).

Publicado en: 13/11/20239,7 min. de lectura1949 palabrasCategorías: Cine Argentina, Críticas

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