Crítica del Diario de Sevilla a Siete Jereles
“El musical más atrevido y poético que he hecho en toda mi carrera”. Así lo sentencia el productor Gervasio Iglesias al hablar de Siete Jereles, película codirigida por Gonzalo García-Pelayo y por Pedro G. Romero, y que llega a las carteleras de los cines de Sevilla, Madrid, Cádiz y Barcelona a partir de este viernes, 3 de marzo. En Siete Jereles descubrimos, desde una mirada original, la relación de Jerez con el flamenco, con todas las ramificaciones culturales que contiene esta manifestación popular: el cante, el baile, el paisaje, los ritos, las fiestas populares. Por otra parte, también conocemos “el entresijo de la ciudad, que no siempre se ve”, aclara el director de cine Gonzalo García-Pelayo.
La propuesta de Pedro G. Romero y Gonzalo García-Pelayo guarda semejanzas con Nueve Sevillas –estrenada en 2020-, aunque para esta ocasión los directores hayan tomado como referencias los lugares comunes de Jerez: el vino, el cante y el caballo. Todo ello, no obstante, con la intención de reflexionar acerca de este acervo cultural y llevarlo a otras interpretaciones, a otras sugerencias. “La película está hecha con lo más típico de Jerez, es decir, con los caballos, con el vino, la bodega y la gitanería. Pero nuestro deseo es que todos los clichés del estándar jerezano se presenten en la película de otra manera”, detalla Pedro G. Romero.
El caballo es en Siete Jereles uno de los principales protagonistas. Recorren, en la noche, las calles jerezanas. Se trata de “una alegoría abierta” a las interpretaciones, apunta Pedro G. Romero, quien sin embargo ofrece una lectura precisa acerca de la relevancia de este animal –tan vinculado a Jerez- en el metraje. Los caballos serían, para el director y guionista de la película, “un símbolo, ante todo. Un símbolo que representaría la energía, el motor”. “El flamenco es un arte que se construye en una época que supuso el tránsito de la energía motriz de los caballos a la revolución industrial. El caballo significa el motor que nos mueve. Evocan una potencia. En este caso, la potencia de Jerez”, sostiene Pedro G. Romero. Y añade García-Pelayo que “los caballos también van llevando la magia de un punto a otro de la ciudad”.
Pero el flamenco, en Siete Jereles, no se limita al tópico, sino que atraviesa otras fiestas populares, como la Semana Santa, o las diferentes celebraciones que coinciden con el inicio de las estaciones, como las fiestas del vino, cuando va concluyendo el verano y se acerca el otoño. Además, en esta película el flamenco nos sirve para reflexionar acerca del sentido de la noche, de esas horas donde ocurre, en palabras de Pedro G. Romero, “lo onírico”. Para el artista, “en la noche hay otros sentidos que mandan”, por lo que “hay una mayor sensibilidad frente al conocimiento más mental y se percibe una mayor organicidad frente a un racionalismo, el cual nos obliga el día”.
En la noche “está el sueño, el delirio, el disparate, lo rocambolesco”, reflexiona Pedro G. Romero. Así, el flamenco sería un ejercicio de liberación social, en una clara analogía entre el día –con sus rutinas, costumbres, convencionalismos- y la llegada de la noche –con lo subversivo, lo estrafalario, lo enigmático-. “En esta película hay una política de lo nocturno. Como dice Javier García-Pelayo en un momento de Siete Jereles, la modernidad le ha ido ganando terreno a la noche. De este modo, en la película se cuenta cómo la luz eléctrica o los locales nocturnos han ido haciendo cada vez más habitable la ciudad en estas horas. Un acontecimiento que tiene que ver con la construcción del flamenco”, concluye Pedro G. Romero.
Gonzalo García-Pelayo confiesa que el rodaje de la película “fue muy especial”. Un rodaje que surgió de manera espontánea, con la propuesta de una sobrina del cineasta, jerezana, que elogió Nueve Sevillas, aunque inmediatamente le reprochó a García-Pelayo que Jerez “tiene más caballos y más cante”. Fue entonces cuando el director de cine contactó con Pedro G. Romero para hacer la película. “Pedro es más responsable que yo del proyecto”, subraya García-Pelayo.
Siete Jereles incide en la importancia de la ciudad de Jerez para la historia del flamenco. Una influencia, explica Pedro G. Romero, crucial. “Jerez ha sido fundamental. Ha dado un número de artistas que son imprescindibles. Por ejemplo, Manuel Torre y Antonio Chacón, quienes son las dos patas sobre la que el flamenco tradicional se ha construido”, sostiene el artista e investigador.
La película también destaca otra particularidad de Jerez en relación con el cante. Una particularidad que la diferencia de otras localidades de la geografía española. Hablamos de la vigencia del flamenco en los espacios públicos, en la calle, en el día a día de Jerez. “Algo que se subraya especialmente en la película es lo viva que está la calle en Jerez respecto del flamenco”, apunta Pedro G. Romero. “Creo que no hay ninguna ciudad ahora mismo en todo el Estado español en la que el flamenco esté tan presente a nivel de calle”, defiende.
Un flamenco que emerge de los márgenes, de lo desgarrador, de las horas de la noche, de lo desacostumbrado, de lo oculto. Y que “nos narra lo más profundo de las emociones, con una potente carga poética”, según Gonzalo García-Pelayo, que califica esta obra “como un ejercicio más próximo a la sugerencia de las imágenes, de las secuencias, de la evocación de los paisajes… y no tanto a lo descriptivo, a lo narrativo”.
Siete Jereles, de Pedro G. Romero y Gonzalo García-Pelayo, nos enseña una nueva imagen del flamenco, entendido “en un sentido amplio”, según los dos directores. Se indaga, por tanto, en el núcleo de esta expresión cultural, pero también en otros elementos que giran alrededor. Mostrando toda la naturaleza, la superficial y la inaudita, de Jerez. Con sus costumbres, su arquitectura, sus fiestas. Con toda su cultura.
Fuente: https://www.diariodesevilla.es