Vi por fin “PedidosYa“. Me gustó mucho. David Obarrio, crítico y programador.
Dices cosas que yo solo intuyo cuando ruedo pero que van en el todo de como ver la vida y el mundo y que me alegra mucho que sean detectables…con una naturalidad formidable…con el varón eligiendo sin tapujos a sus conquistas. (Le respondo a David Obarrio, crítico y programador, primer comentario de un cinéfilo de Argentina):
Vi por fin “PedidosYa“. Me gustó mucho.
Es una película de la ciudad, de la luz, del movimiento, del parloteo, el chamuyo. La felicidad de la existencia de una clase trabajadora que se tiene a sí misma -tengo la bici, tengo dos brazos, dos piernas; siento, veo, escucho-, dice el protagonista: esa dicha de la propia fuerza que se vive con una naturalidad formidable; sin reclamos ni patetismo. La gracia de una “comedia romántica” que trastoca los papeles, con el varón eligiendo sin tapujos a sus conquistas. El tono ligero, como una danza, que abriga a los personajes y les da vida en la pantalla: verosímiles para el cine, con grandes detalles de cotidianidad, pero sin ceder al “realismo” de la crónica. Todo luce más bien como animado por una lógica deseante, que surge de la conciencia de los intérpretes-tranquila, segura de sí, dueña de una autonomía escandalosa- para “hacerse la película”, para habitarla contra todo obstáculo, todo ripio burocrático, como en el segundo encuentro en el que sin mediar palabra saltan uno en brazos del otro: boy meets girl, ¿qué más hace falta? Nada más, todo se ha dicho en el encuentro anterior, todo fue decidido en un cruce de miradas. La química del chico y la chica es formidable, como salida de un sueño. La película -sus pasos de comedia, acelerados hacia el final, con su incidente policial-, tiene para mí esa rara incandescencia de las caras y los cuerpos como librados a su suerte, contentos de estar vivos, de vivir en las imágenes, respirar el aire inaugural de un pequeño paraíso. La película es ese paraíso.
(Aplaudo en la foto el final de ese rodaje y este comentario de David).