Crítica del libro Rodar Viviendo de José Manuel Cruz por Miguel López

SEMINCI Alma qebrada y Fiel a lo incierto

Comentario crítico ahora no de una película sino del libro que habla de las 24 primeros largometrajes. Miguel López escribe:

«El ensayo Rodar Viviendo, de José Manuel Cruz, explora a fondo la trayectoria cinematográfica de Gonzalo García-Pelayo, editado por Serie Gong. Este libro también podría haberse titulado Vivir Rodando, tanto monta/monta tanto, porque buena parte del esfuerzo crítico que encierra este volumen consiste en trazar líneas maestras que expliquen cómo es posible que un realizador con cinco películas entre 1976 y 1982 pudiera pasar casi un cuarto de siglo en silencio audiovisual para reaparecer de forma guadianesca con el torrente de largometrajes del proyecto “10+1 películas» y reincide ahora, empeñado en rizar el rizo, con otro desafío ya en marcha: «Otro año, Diez más» (6+4).

Crítica del libro Rodar Viviendo de José Manuel Cruz por Miguel López

Solo una imbricación absoluta de existencia personal y elevada fabricación cultural puede explicar la asombrosa hiperactividad de un personaje clave en la historia cultural, y contracultural, de nuestro país. De ahí el acierto del título y también de la portada, con fotografías del director que recuerdan a la cubierta de A Hard Day´s Night, con imágenes individuales que se conectan de forma subterránea entre sí, y muestran en la contraportada al director en plena faena artístico-vital: Rodar Viviendo.

La velocidad creativa y productiva de Gonzalo García-Pelayo (Madrid, 1947) ya ha dejado algo incompleto este valioso trabajo editorial, porque ya ha presentado nuevas obras. Cruz bucea en «las constantes» que aportan claves sobre un cineasta que se sitúa en un espacio propio, ajeno a los valores dominantes en el negocio, tanto en términos de producción como en la poliédrica forma de reincidir en obsesiones como la música, una Andalucía inabarcable en términos espirituales y culturales, el tiempo, la ambición intelectual, el erotismo descarnado, los devaneos de la ficción con la realidad o el eterno motor de la cantidad sobre la calidad. No hay apenas paralelismos con ningún otro director, sentencia acertadamente el autor. Y es que el amor entregado de Gonzalo García-Pelayo por el séptimo arte sigue provocando asombro.

La variedad de enfoques (y tratamientos) que demuestra el realizador se sale del molde de la industria contemporánea. Esa «rabiosa independencia» supone un coste, a veces muy elevado, pero también el premio de la libertad. Así lo explica Cruz con un desbordante conocimiento crítico que salpica el libro con nombres clave para la historia del cine, y aparecen para cotejarlos con los hechos fílmicos del protagonista del libro. Ahí, durante esa indagación en contraste con otros maestros heterodoxos (me ha encantado ver escrito el nombre de Carlos Pérez Merinero), se llega a la gran conclusión: sus películas están invadidas por la vida. Y eso es justamente lo que se anhela al mirar las pantallas cuando la mirada del espectador no está domesticada por la uniformidad rampante.»

Graaaaaacias Miguel (y José Manuel). Y para Anya Bartels-Suermondt por las fotos.

Publicado en: 23/10/20232,6 min. de lectura528 palabrasCategorías: Cine, Críticas

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