No hay película buena que merezca estar tres años pendiente de ella, tu vida es mucho más importante
Gonzalo García-Pelayo es una fuerza de la naturaleza: acaba de producir 10 películas en un año, en alianza con nuestro país, y vuel…
Gonzalo García-Pelayo es una fuerza de la naturaleza: acaba de producir 10 películas en un año, en alianza con nuestro país, y vuelve al Bafici para mostrar 7 de ellas, muestra de un cine que alguien podría calificar de “cachondo”: no por grosero, no por explotar lo sexual, sino por vital, por estar cargado de deseo y pasión, de gente y de música. Y de comedia.
Un cine dionisíaco, desbordante ya desde su manera de producirse, que es casi un reproducirse. “Después del Bafici anterior hice el plan de rodar 10 películas en este año. Estuve tres meses en Argentina, y rodamos tres películas”, afirma, en diálogo con EL DIA, el cineasta nacido en Madrid, revelando la forma de hacer que lo caracteriza, rápido y furioso. “Volví a España, y cuando regresé a Argentina en noviembre, rodé otras cinco películas. Luego volamos con el equipo argentino a Asia a rodar 2 películas, que estamos terminando ahora mismo, para completar las 10”.
Así produjo las siete que se muestran en este festival de cine independiente porteño que se celebrará hasta este fin de semana, mientras alrededor el mundo y el cine se caen a pedazos: las siete son “Bruna”, “Ritmo 2 x 3”, “Dos hermanas: Pilar”, “Dos hermanas: Paula”, “Eloísa y las niñas toman un helado”, “Salón de uñas” y “Cuatro hombres”. Además, el cineasta mostrará en el festival otras películas, en el marco de una retrospectiva.
Las siete y otras tres las produjo García-Pelayo en un tiempo donde además, con la productora Gong Cine, produjo otras películas de autores argentinos, como las premiadas “Cambio cambio” y “Los tonos mayores”, buscando “gestar un marco de realización en el cual se privilegien las ideas estéticas y la radicalidad de los modos de producción, e impulsar la carrera de cineastas que no son debidamente considerados por la industria, así como por los organismos de financiamiento del Estado”.
Entre ellos está Lucía Seles, “el gran descubrimiento para mí en estos años”. Con ella, relata, estuvo en La Plata, mirando teatro y visitando las confiterías, afición de Seles, que abrió este BAFICI.
Y a ella le pidió prestado buena parte de los actores no profesionales que fueron parte de su decena de películas producidas en Argentina. “Sabíamos que queríamos trabajar con esos actores: el tema no lo teníamos definido, quizás se terminaba de delinear días antes del rodaje, pero sabíamos que queríamos esos actores en cámara”, relata el cineasta español.
– Hay algo que los hermana con Lucía Seles: producen un volumen muy grande de películas en poco tiempo.
– Sí, Seles también es de una velocidad extraordinaria. Tiene mucha literatura acumulada, una capacidad para almacenar información, y trabaja, trabaja, trabaja, así que puede largarse y hacer cinco películas seguidas. Mi caso es más diferente, pero los dos rodamos muy rápido. En posproducción yo monto más rápido que Seles, pero porque monto de manera más convencional, y casi no intervengo, pero Seles monta con detenimiento, su manera de montar es única en el mundo. También nos une una visión del mundo. Pero en todo lo demás, Seles… es inimitable. Puedo imitar a Godard, pero a Seles no se la puede imitar, no hay quien la imite, tiene una manera de hacer las cosas tan diferentes en todos los terrenos, cambia todo al mismo tiempo, la dirección de actores, el montaje, cambia la manera de utilizar la música, de usar el guion, cambia la luz… Eso la vuelven la creadora de formas cinematográficas más importantes desde Godard. Y yo no tengo esta pretensión: yo estoy un poco jugando entre un cine arcaico y un cine moderno, no como Seles que renueva todo.
– Más allá de lo que compartan con Seles, lo que no compartan, ¿hay en tu cine una intención de subvertir ese cine muy producido, que lleva tiempo, donde la autoría aparece de manera exagerada?
– Exactamente. La autoría exagerada: la gente se cree Miguel Angel para hacer una película, dedican tres años, pero no hay película buena que merezca estar tres años pendiente de ella, tu vida es mucho más importante. Yo no puedo cambiar tres años de mi vida pendiente de una película, por buena que fuera sería peor que vivir tres años de mi vida viviendo otras cosas. Así que, ¿cómo se hacen 10 películas en un año? Teniendo poco respeto a la profesión. La imperfección es tan buena en muchas artes, a Picasso le importaba un pito la perfección. No es tan importante, toda esa obsesión… Y siempre hubo en las artes gente con ese estilo, pero gente que lo contrapesaba: en el cine no hay contrapeso, todos quieren la perfección. En cuanto a subvertir la manera de producción: radicalmente.
– De todas maneras, diría que hay rasgos autorales en tu obra. Además de la forma de rodar, la recurrencia de ciertos temas, la música, el sexo.
– La música es algo que funciona tan bien con la imagen que te fascina. Alguna vez intento una cosa ascética: “Salón de uñas” no tiene música, por ejemplo. Pero porque me gusta cambiar formalmente las cosas al hacer diez películas. El sexo tiene importancia siempre: algunas veces más explícito, otras veces menos. En estas películas argentinas hay situaciones explícitas pero sin desnudos, pero tienen un fluido sexual grande debajo de lo que ocurre. Pero también he hecho una película sobre la infancia, películas más ingenuas, porque como ocurre con la música, a veces cambio, descomprimo, puede haber mucho sexo en una película y en la siguiente, nada, ni insinuaciones. Cuando haces mucho puedes cambiar: en mis películas no hay líneas fijas, pero es cierto que la música, y el sexo, casi siempre tienen importancia.
– ¿Y por qué sexo y música? ¿Están entrelazados, hay algo sensual en la música y algo musical en el sexo?
– La música puede llevarte al más puro misticismo. Cuando se acepta la música en la iglesia, piden que no haya curvas, la nota larga, llana: la sensualidad siempre está ligada estéticamente a la curva, y lo contrario, la castidad, el ascetismo, viene dado por la recta. El canto gregoriano tiene que ser de notas largas, donde no haya glissandos. Y al revés, hay músicas especialmente curvas, que llaman especialmente al sexo, el rocanrol, la rumba, la música cubana es esencialmente sensual, creo yo, porque es música de curvas.