Miguel López ha escrito mucho sobre rock hoy lo hace sobre Lucía Seles

Lucía Seles escaleras

Miguel López ha escrito mucho sobre rock, hoy lo hace sobre Lucía Seles:

Estreno de The Urgency of Death, la mirada de Lucía Seles contra la inercia fílmica

El estreno de The Urgency of Death (2023) en la madrileña Cinética ha sorprendido a un público intrigado ante el primer visionado en Europa de una película rabiosamente libre, inclasificable y caótica, entendiendo el caos como un piropo frente a la estéril uniformización dominante.

La mirada fílmica del(a) director(a) no está domesticada, como tampoco lo está la energía desbordante de este(a) realizador(a) argentino(a) que lleva casi veinte años rodando sin cesar, con unos tiempos de rodaje que oscilan entre dos y cuatro días, seguidos de períodos amplios de montaje (de seis o siete meses). En ese dilatado periodo de ordenar las imágenes, Seles inyecta o extrae sentidos y sinsentidos, construyendo una cadena de impactos que constituye la auténtica marca de casa Seles.

Su vocación como cineasta brotó en los Emiratos Árabes, cuando en 2005 el entonces llamado Diego Fernández (posteriormente Rocío Fernándes y luego Lucía Seles) trabajaba como bandoneonista. Esta multiplicidad de identidades se traslada a las vertiginosas imágenes de The Urgency of Death, cinta de 132 minutos que se estrenó el pasado octubre en Bafici (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) y ahora da sus primeros pasos en Europa. El filme comienza con un traveling en la bonaerense plaza Constitución, enmarcado por la frase “Io in the train en el amanecer”. Ese caballo de hierro en mutación constante recorre casi todo el metraje, trasladando la imprevisibilidad de los paisajes a una trama que muestra retazos de gran viveza con salpicaduras de humor.

Los vaivenes de las confiterías Ritz de La Plata (a Seles le chiflan esos establecimientos dedicados a los dulces) se desgranan durante la película con un lenguaje visual personalísimo, siendo capaz de repetir varias veces una misma conversación para remachar una sensación o un concepto o quebrar el orden de los acontecimientos sin despeinarse. Lucía Seles no se burla de las reglas, porque navega en un universo propio que abarca desde la superposición de ángulos contrapuestos hasta un uso libérrimo de los abundantes textos que enmarcan (o desenfocan) lo que muestran las imágenes. Ahí expone una ortografía propia y saltarina, capaz de establecer continuidades y de dinamitarlas sin orden previsible para el espectador, que debe entregarse a ese potente flujo de sensaciones o repudiarlas ante el vértigo de lo inesperado.

Otro de los pilares de The Urgency of Death es la música. El exquisito tratamiento sonoro delata su dominio de la guitarra o el bandoneón, además de una pasión desatada por Carlos Gardel. Piezas clásicas de Chopin o Schubert se alternan con atmósferas tan logradas como el cuarto de hora final de la cinta (en concreto, 16 minutos, cifra fetiche para el(la) argentino(a). Es un plano secuencia clave del largometraje y da sentido al título, con el propio Seles corriendo junto a las tapias de un cementerio, una alocada carrera que solo interrumpe para encender un cigarrillo y seguir su trote con caladas que parecen invitarle a saltar la tapia y acelerar su propia muerte. Lucía Seles aborda con agilidad el concepto desmadre (“conducirse sin respeto ni medida”) para, precisamente, compartir con los espectadores la pérdida de su propia madre, de donde proviene ese título sobre “la urgencia de la muerte”.

El equipo actoral se adaptó a un también extraño método de trabajo: no conocían el guion hasta el propio momento del rodaje y en ocasiones la improvisación se convierte en el propio guion. De ahí la necesidad de amplios periodos de montaje para construir un bloque de emociones no sujetas a un relato lineal ni a parámetros convencionales. Varios actores llevan por apellido García-Pelayo, fruto del encuentro en 2022 del realizador español Gonzalo con Seles, justo cuando presentó en Bafici su Nueve Sevillas. De esos polvos, estas urgencias mortales. Entre las generosas dosis de humor se encuentra la reiterada broma de jugar con el hecho de que los argentinos llaman gallegos a los españoles. Javier e Iván García Pelayo, además del propio Gonzalo, encajan en la historia junto a otros actores locales.

La propia Lucía Seles oficia también de actor con un ingenio y fuerza que invitan a pensar que no actúa, que en realidad es exactamente así de excesivo, de nervioso, de creativo desbocado. La interpretación de Seles recuerda a la de otros actores/directores como Woody Allen o Roberto Benigni, cuyos papeles en el espectáculo se confunden con su auténtica esencia. La gestualidad y verborrea de Seles deja perplejos a los espectadores, que pasan de la risa al silencio o a la estupefacción, como ocurre con la genial escena del bautismo de Coca Cola, asombrosamente creíble en su desvarío. Otros momentos imborrables de la cinta son la escena con el galgo, la propuesta (no mafiosa) de romper una relación amorosa, los paisajes desde las vías del tren, el tatuaje en homenaje al amigo desaparecido, la devoción Faber-castell o los delirios con los blíster. Lo dicho: un universo propio y sin parangón.

La inercia retiniana es la propiedad que permite a una imagen sobrevivir una fracción de tiempo antes de la llegada de la siguiente. De esa forma las imágenes no aparecen como entes independientes, sino como un flujo de secuencias interrumpidas. Seles desafía esas leyes en The Urgency of Death en busca de un ritmo interior que lucha contra la inercia ambiental en estos primeros compases del siglo XXI.

Gracias Miguel, contundente e inmediato tu escrito.

Publicado en: 20/06/20244,9 min. de lectura989 palabrasCategorías: Cine Argentina, Críticas

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