Estrella Millán Sanjuán escribe sobre nuestra cuarta película
Estrella Millán Sanjuán escribe sobre nuestra cuarta película rodada en Argentina (…hombres y mujeres, lo que nos une y nos diferencia, la condición humana en general, la esencia):
Gonzalo anuncia muy pronto cuál va a ser uno de los pilares de esta historia, abriendo con un fabuloso plano coral femenino sentado con firmeza, seguridad y piernas abiertas sobre sus cajones peruanos con fondo oscuro, acompañado de una enérgica música fusionada sobre la percusión y el taconeo al unísono, el cual consigue atraernos enormemente. Plano que se repetirá varias ocasiones más con distintas duraciones y que vertebra esta película subrayando la idea del ritmo, del compás vital, con esa mujer presentada como unidad y a la vez diferente, siempre ubicua y activa en su universo cinematográfico.
Que Gonzalo Garcia Pelayo otorga gran importancia a la música en su cine, después de su dilatada trayectoria como productor, no constituye una sorpresa. Pero en esta aventura argentina (su país de adopción en el que pasa y pasará largas temporadas) hay determinados momentos en que iguala su inclusión en las escenas –tal como pudimos ver en “Bruna”, otra de la serie de 10 que rueda este año, con ese travelling urbano en el que lo que escuchamos está a la altura de la grandeza que podemos ver–, o prioriza imbricándose con énfasis sobre diversos monólogos a modo de casting femenino de mujeres y niñas. Nos descubre a Mariana Astutti (que actúa muy bien también aquí) y Macabre, como novedad en esta nueva etapa, los cuales nos atrapan por su música envolvente, con mucha fuerza y que adquiere un gran protagonismo.
En “Ritmo 2×3” la excelente interpretación de todos y el diálogo son claves. Es una película de guion en tono de comedia, de la que el director comenta que es el mejor suyo desde “Frente al mar” (1978) –esa conversación sobre cifras en relación a mujeres a amar con un intervalo de edad me llevó a la conversación sobre número de pelos humanos entre Miguel Ángel Iglesias y Javier García-Pelayo en el coche–, al que han contribuido Javier e Iván García-Pelayo. También son claves las insólitas conversaciones masculinas en espacios de diálogo y amistad como la peluquería para hombres –a la que acuden más por desahogo y ganas de compartir opiniones, que por una cuestión estética–, donde siempre terminan acabando en LA MUJER. Escuchamos leves quejas, ansían el amor, el misterio en las mujeres, hablan de sexo de forma nada soez –a destacar eso de “daría un beso en cada poro de la piel de una mujer y quiero que me besen toda mi geografía” o “tenía una novia que no quería besarme el miembro por no parecer una puta”–. Da gusto oír a hombres con naturalidad unido a sensibilidad sobre relaciones heterosexuales, hecho que se convierte tal como está el patio en algo subversivo, o a contracorriente. Que expresen qué les gusta de ellas, por qué eligen a una en concreto con las cualidades de su ideal de mujer, deleitarse con su lenguaje y gestualidad.
Entre ellos se encuentra Pablo, un escritor tímido, que acude a ese espacio singular a escuchar, donde casi nunca habla; le vemos su nuca, su reflejo en el espejo, enmarcado doblemente en otro espejo de mano mientras el locuaz peluquero maneja con la misma habilidad tijera y verborrea. Puesta en escena que enfatiza las distintas y a la vez parecidas opiniones y visiones masculinas de las tres personas en ese encuentro, en la que normalmente sólo hablan dos. Pablo le dice a una de sus tres amantes: “yo sólo puedo meter dos o tres silencios brillantes con ellos”. Todo es 2×3 en esta película, dos mujeres que tienen dos parejas, esos tres hombres que hablan animadamente a modo de terapia y dos se imponen; tres mujeres y dos chicos que son capaces de convivir en armonía donde hay sexo, pero no se ve. Contrariamente al cine anterior de Gonzalo, en estas nuevas películas y, concretamente en ésta, se habla de él, se intuye, se imagina, se expresa en diálogos explícitos sobre dispares apetencias sexuales, sobre noches especialmente ruidosas. Gonzalo prefiere introducir sexo más carnal cuando se desarrolla más un drama que una comedia.
Pablo es el que menos habla de mujeres con sus amigos, pero es el que vive rodeado de ellas compartiendo espacio y cama. Escritor de una sección de horóscopos para una revista venida a menos, cambia de trabajo para aconsejar a mujeres en un consultorio sentimental. En una escena en la que hace gala de una incontinente locuacidad a la que sucumbe con grandeza este nuevo cine de García-Pelayo, le cuenta al hijo del dueño del periódico que desea realizar una labor hacia los demás, que los problemas de la gente son parecidos y así hallar su espacio previo consejo a sus amigas. Pablo Ragoni, habitual de la factoría Seles, y que tuvo un pequeño, pero importante rol en “Bruna”, aquí es la piedra angular de la película; protagonismo masculino sutil, refinado, respetuoso, moderado, nada fanfarrón, con la justa e ineludible sensualidad que desprende para sus amantes, que cuando no habla lo hace a través de su mirada, con esa expresión en sus ojos en los que yo quisiera vivir.
Gonzalo García-Pelayo sigue girando. En el título, atípicamente colocado para él en el inicio, nos da pistas de por dónde van a ir las relaciones entre hombres y mujeres con esos nombres de los actores y actrices colocados en forma de diagrama, en el que destaca por tamaño el de Pablo Ragoni. Prioriza interpretación, interiores que desnudan a sus personajes, vuelve a su frescura, a actuaciones de artistas, a personajes singulares con magnetismo, sigue en sus coordenadas de lo femenino y realiza un cine autoconsciente. Nos enseña la trastienda, los entresijos de un rodaje que, a mí, particularmente tanto me agradan, con ese plano secuencia grabado por su hijo Iván para el próximo making-of de este proyecto. Movimientos rítmicos del equipo de rodaje sobre la preparación del desayuno de ese grupo humano que convive sin resquicios y que se abrirá camino de forma natural cuando una de ellas vaya a otro compás vital en el que el concepto compartir no se entiende igual para todo el mundo.
Historia de ritmo en la abundante gestualidad de rostros singulares, manos parlantes, cuerpos que seducen bailando, trenes que pasan por la ciudad. Donde se reflexiona mucho sobre la diversidad entre personas, hombres y mujeres, lo que nos une y nos diferencia, la condición humana en general, la esencia.