Crónica sobre Pensamiento insurrecto en Tribuna
TRIBUNA
Crónica sobre Pensamiento insurrecto por José Luis Roldán, profesor de Filosofía
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- Fuente: https://www.elimparcial.es/jose-luis-roldan/autor/595/
Mentiría si dijera que no albergaba cierto escepticismo sobre las dotes interpretativas de mi profesor cuando ayer llegué a la Cineteca del Matadero, espacio en el que se estrenó una de las once películas que ha rodado, en tan sólo un año, el genial y polímata don Gonzalo García-Pelayo: Pensamiento insurrecto.
El director, antes de la proyección de la cinta, elogió la capacidad que tiene Agapito Maestre para mantener un diálogo fluido sin trastabillarse y recordar cientos de nombres, obras y citas, aun en latín o alemán. De hecho, don Gonzalo nos advirtió a los allí reunidos que toda la película se grabó de un solo claquetazo. No hubo que hacer cortes ni repetir ninguno de los siete episodios que componen esta película.
Resulta llamativo que un pensamiento caracterizado por su escepticismo, por esa voluntad de volver a pensar lo ya pensado, se exprese con la fluidez de las aguas recién nacidas de un hontanar, las cuales son tan cristalinas y transparentes a la vista como lo son las ideas de nuestro filósofo al entendimiento de los espectadores. Esta virtud quizá se deba a la capacidad de síntesis adquirida por el profesor tras los años dedicados a estudiar con denuedo y sin prejuicio la obra de Marcelino Menéndez Pelayo, quien jamás escribió un solo párrafo que no fuera ameno y sustancioso. O puede que las palabras del protagonista de la película nos resulten tan nítidas por haber dado continuidad a las ideas de Ortega y Gasset, cuyo afán de claridad es una honrosa excepción en el oscuro gremio de los filósofos. De lo que no me cabe duda es que la última voluntad del padre del raciovitalismo – mostrar la vida del pensamiento– se ha visto cumplida con esta cinta.
El diálogo que Agapito Maestre ha mantenido con Jorge Casesmeiro y Fernando Muñoz es mucho más que una charla entre amigos que quedó grabada por la cámara de García-Pelayo. Un título alternativo que podría dar una mejor idea de la película podría ser El pulso del pensamiento –que de hecho así se titula uno de la treintena de libros escritos por nuestro protagonista–, ya que la gracilidad con la que el pensamiento de Maestre se mueve entre temas tan dispares como el pacifismo, la condición de la Filosofía, el feminismo, la libertad o el amor sólo se la puede permitir un espíritu autónomo que, sin dejar de ser preciso, huye de la expresión sistemática, la cual concede apariencia de rigor al precio de dejar al pensamiento en rigor mortis. De entre todas las cuestiones tratadas por mi maestro en aquel día lluvioso en Mairena del Alcor la que más llamó mi atención, acaso porque a pesar de dedicarme a la Filosofía nunca había reparado en ella, fue la relación entre humor y pensamiento.
Theodor W. Adorno, tal y como recuerda el profesor Maestre en la película, decía que el payaso y el filósofo se parecen en que ambos son conscientes de la dificultad de su oficio. Tan difícil es hacer reír como ejercer la voluntad de pensar, y más todavía inocular tal volición en el prójimo. La Filosofía tiene dos puntos de contacto con la gracia: la síntesis y la corrosión del poder. El chiste, por la tensión interna que le caracteriza, no puede prolongarse por mucho tiempo, el humor sólo es eficaz si es breve; la Filosofía, al tener como herramienta los conceptos –que no son sino abstracciones universales de lo real y concreto–, lleva al límite la capacidad sintética del intelecto. El humor, cortando las alas del dramatismo, deja desnudo al rey, quien sin su solemnidad y boato es sólo un pobre hombre; la Filosofía, con su imperativo de pensar autónomamente, confiere al espíritu de cada persona una resistencia numantina frente las pretensiones avasalladoras de cualquier religión, Estado o ideología. De hecho, durante el paseo por Madrid Río posterior a la proyección, Laurita –la feliz conjunción de Afrodita y Atenea–, me recordó sobre qué trataba aquel libro envenenado que con tanto recelo custodiaban los benedictinos de El nombre de la rosa: la comedia.
La lección que me dio ayer mi maestro desde la gran pantalla fue que el pensamiento insurrecto, salvaje, rebelde, debe ir acompañado de jovialidad, de cierta gracia.
El tiempo dirá si Agapito Maestre merece el Goya al mejor actor revelación, pero ninguno de los que estuvimos ayer en la proyección dudamos sobre la maestría con la que cierra la película nuestro filósofo cuando, al ser preguntando por Casesmeiro qué relación guarda el liberalismo con el pensamiento hispanoamericano, espetó: «¡Ser español es convivir con el enemigo!»
No malgasten su preciado tiempo en películas comerciales que ablandan la mollera y satisfacen nuestras pulsiones más bajas, déjense elevar al reino de las ideas viendo Pensamiento insurrecto, donde García-Pelayo hace un a obra de arte sobre la vida libre del pensamiento. Y si se quedan con ganas de más, atrévanse a leer La razón alegre, donde Agapito Maestre nos muestra, con mucha filosofía, la estética del cine de don Gonzalo.
Fecha publicación: Jueves 15 de septiembre de 2022