El otro lado de la realidad
Gonzalo García-Pelayo
¿La realidad es única o múltiple? ¿Conocemos todo lo que contiene? ¿Es inmutable o puede transformarse? ¿Lo que percibe una persona es lo mismo que percibe otra?
El otro lado de la realidad es una respuesta a estas preguntas, una película que difumina y hace permeables las fronteras entre lo que vemos y lo que intuimos que puede existir. Y también entre lo que sentimos que sucede y lo que pertenece al campo de lo imaginado.
A través del libro de cuentos en el que se basa, el grupo de actores que ha protagonizado el proyecto 10+1 nos muestra las distintas dimensiones de los sucesos cotidianos, de la vida de las personas, de lo que ocurre a nuestro alrededor y de lo que percibimos, a veces, solo exteriormente.
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¿La realidad es única o múltiple? ¿Es inmutable o puede transformarse? ¿Lo que percibe una persona es lo mismo que percibe otra?
La obra literaria de Luisa Grajalva El otro lado de la realidad, en la que se basa esta película, es una respuesta a estas preguntas; un texto que difumina y hace permeables las fronteras entre lo que vemos y lo que intuimos que puede existir. Y también entre lo que sentimos que sucede y lo que pertenece al campo de lo imaginado.
Gonzalo García Pelayo reúne al grupo de actores que ha protagonizado el proyecto “El año de las 10+1 películas” y nos muestra las distintas dimensiones de la creación cinematográfica, preguntándose si es posible traspasar a imágenes las mismas emociones que se sienten al leer el libro. Por medio de animaciones, lecturas, músicas, etc., el director dialoga con su equipo en busca de las claves que le permitan rodar una película con el mismo espíritu que contienen los cuentos de El otro lado de la realidad.
Porque… ¿acaso no es el cine otro fascinante lado de la realidad?
DIRECTOR: GONZALO GARCÍA-PELAYO
- TÍTULO: EL OTRO LADO DE LA REALIDAD
- ACTORES PROTAGONISTAS: Nagot Picón, Carmen Páez “La Chocolata”, Perpetuo Fernández, Javier García-Pelayo, Victor Vázquez, Ginneth Moreno, Cristina García-Pelayo, Nerea Casares, Vanessa García-Pelayo, Ana Bernal, Guzmán García-Pelayo y Agapito Maestre.
- FOTOGRAFÍA: JOSÉ ENRIQUE IZQUIERDO (contribución artística).
- GUIÓN: Luisa Grajalva y Paco Campano.
- PRODUCTORA: La Zanfoña Producciones, Serie Gong Cine.
- PRODUCTORA EJECUTIVA: Pili Campano.
- PRODUCTORES: Gervi y Gonzalo García Pelayo.
- DIRECTORA DE PRODUCCIÓN: Tanya Biggie.
- COORDINADOR DE PRODUCCIÓN: Javier García-Pelayo.
- DURACIÓN: 75 min
- PAÍS: España
- IDIOMA: Castellano
- FORMATO: Digital 16:9
- GÉNERO: Fantástico – animación
- AÑO DE PRODUCCIÓN: 2022
- COMPOSICIÓN MUSICAL: Pepe Ortega, Flavia Méndez, Josema García Pelayo, Lele Leiva y Antonio Soteldo (confirmar)
- JEFE DE SONIDO: Francis Cortés (Tres Gatos Sonido)
Bachillerato Cinéfilo. “El otro lado de la realidad” (2022). Gonzalo García-Pelayo – Metacine: Cine y Literatura se encuentran en Noburgo
Francisco Huertas Hernández https://www.bachilleratocinefilo.com
Libertad Digital. El otro lado de la realidad. Los cuentos de Luisa Grajalva son más que guiones. Son materiales literarios preciosos para hacer buenas películas.
Agapito Maestre. https://www.libertaddigital.com
El Imparcial. Maestro de la imagen y de la palabra.
Fernando Muñoz, Doctor en Filosofía y Sociología https://www.elimparcial.es
EL OTRO LADO DE LA REALIDAD LA CUESTIÓN DE LA REPRESENTACIÓN CINEMATOGRÁFICA
(García-Grajalva, Luisa. El otro lado de la realidad. Ediciones Atlantis – Serie Gong, 2020)
(Este texto fue escrito por el autor entre el 12 y el 13 de septiembre de 2022 y es inédito).
Luisa García-Grajalva ha participado en el guión de ocho películas de Gonzalo García-Pelayo:
Alegrías de Cádiz, Copla, Ainur, Así se rodó Carne Quebrada, Alma quebrada, Chicas en Kerala, Diario tamil y, por supuesto, El otro lado de la realidad, ya que esta última, la décima entrega de “El año de las 10 + 1 películas”, es una adaptación (matizaremos esta afirmación en los siguientes párrafos) del libro de relatos homónimo que Luisa publicó en el año 2020118, en la cual los textos literales de la obra son leídos profusamente en el film.
Según he escuchado tanto a Gonzalo como a Luisa, el director, tras leer la recopilación de relatos de la escritora, decidió que la obra debía ser publicada y que iba a crear una editorial para poder llevar a cabo dicha publicación (de ahí, el nacimiento del sello editorial Serie Gong). Este hecho, junto a la estrecha colaboración que Luisa ha tenido con Gonzalo en los últimos nueve años, permiten ver esta película como la consecuencia lógica de la admiración que un realizador siente por los textos de una autora y el deseo subsiguiente de querer plasmar sus palabras en imágenes cinematográficas (deseo que tuvo que ser poderoso ya que, desde Manuela, es decir, desde hace cuarenta y siete años, Gonzalo García-Pelayo nunca ha afrontado la adaptación de una obra literaria previa).
Lo que más me atrae de los relatos de El otro lado de la realidad (aparte de que su calidez emocional y su mirada tierna es el retrato fiel de la personalidad de la autora: Luisa es exactamente tal como sus relatos reflejan) es cómo, poco a poco, van revelando los detalles de la historia, dándonos a conocer todas las caras de los personajes hasta mostrarnos todo un mosaico demoledor y absorbente. Lo habitual es que sea difícil llegar a un desenlace que sorprenda al lector sin que el mismo absorba todo el relato y, al final, la historia quede como un truco de magia consistente en sacar un conejo de la chistera (algo que, personalmente, no me gusta nada). En cambio, en los cuentos de Luisa García-Grajalva, cada detalle, cada escalón que nos va conduciendo al final, tiene peso específico por sí mismo y, a la vez, van apareciendo según una gradación, de menos a más, muy hábilmente trazada. El desenlace suele marcar siempre el último giro pero nunca está forzado ni es artificial sino que, dentro de que puede sorprender, se llega a ver como coherente, razonable, y
verosímil en función de todo lo que la autora nos ha contado previamente. No es fácil ejecutar con virtuosismo y precisión esta estrategia narrativa y, en ninguno de los relatos, se puede decir que este mecanismo, que es frágil y delicado, falle sino que funciona muy bien en todos los cuentos, a pesar de que son cuarenta y cinco.
Creo que habría un nexo temático o conceptual que unifica a todas las historias y es la idea de que en nuestras vidas siempre existe un hueco o carencia que es parte indisociable de las mismas. Es decir, somos, a la vez, lo- que-somos y lo-que-no-somos, nuestro yo visible, tangible y real y los-otros- posibles-yo que nunca han llegado a existir, que han estado presentes en nuestra imaginación o en nuestros deseos pero que, por un motivo u otro, han quedado ahí reprimidos como potencial sin desarrollar. Todo el conjunto de relatos viene a decirnos que, como decía Paul Eluard, “hay otros mundos, pero están en este”, son los mundos que cada uno de nosotros siempre quiso construir pero nunca llegamos a construirlo (esta idea será importante para cuando hablemos de la película).
Por ello, cuando considero a todos los relatos en su conjunto, acabo teniendo la impresión de que cada uno de ellos es como si se nos estuviera narrando al oído un conjunto de confidencias íntimas sobre aquello que nunca se ha querido confesar pero que es como una punzada en el costado que no te deja vivir del todo tranquilo, una punzada que puede ser más o menos aguda pero cuya existencia no se puede negar. Es el reconocimiento de que siempre existe una expectativa que esperamos que se cumpla, y, mientras tanto, estamos en un tiempo de espera, en una vida que es solo un paso intermedio hacia otra vida que sería la auténtica y genuina. Y, por ello, es como si la vida no fuera la vida, es como si fuera una vida provisional en transición que nunca acabamos de disfrutar. Por ello, me parece perfecto cuál es el relato que cierra el libro. Porque esa historia que transcurre en la “Madrugá” sevillana y en la que acaba apareciendo la procesión de la Macarena es como el final de las películas de Bresson (también como el final de Rocío y José, claro está), la aparición de una gracia que nos libera y da sentido a toda nuestra existencia, a todo lo que anteriormente ha sucedido y que nos ha parecido gris y vacío. Si antes he dicho eso de que “hay otros mundos pero están en este”, este colofón viene a decirnos que la redención sí existe aquí, en esta realidad, en esos momentos en los que las tres dimensiones se rompen y ocurre algo que se sale de lo cuadriculado y encajonado. No es que ese mundo alternativo sea todo hermoso y de color pastel, es un mundo en el que también existen las sombras y los precipicios, porque, en la vida, vamos caminando por una línea muy fina de la que, en cualquier momento, podemos salirnos para desembocar en nuestras pulsiones más oscuras y siniestras. Pero, en vez de esconderlo o negarlo, los personajes lo reconocen, lo sacan a la luz y acaban retratándose íntegramente, sin engaños, dobleces o imposturas.
Por todo lo que acabamos de decir, plantearse la adaptación del libro tenía que suponer, ya de entrada, un reto difícil y complicado. El otro lado de la realidad como película no es, en última instancia, la adaptación del libro homónimo sino la reflexión sobre el desafío que supondría llevar a cabo esa adaptación, el desafío de filmar y construir unas imágenes que estén a la altura de las palabras previamente existentes. Planteada como una reunión de todos los equipos de trabajo de la producción con el fin de deliberar sobre cómo hay que abordar el rodaje y el planteamiento del film ante la insatisfacción del director con el guion propuesto, El otro lado de la realidad (película) termina siendo una recapitulación sobre el cine mismo, sobre cómo este puede mostrar la verdad y ser plenamente auténtico o ser un mero baile de disfraces que no es capaz de esconder todos sus trucos y costuras. El film combina lenguajes, estilos y formatos (increíbles y sorprendentes las animaciones que, con texturas diversas, siempre de gran potencia expresiva, van jalonando el metraje), en él se suceden secuencias cerradas y perfectamente definidas y meros esbozos o tentativas que no llevan a ninguna parte, lo completo y lo incompleto, lo sublime y lo desconcertante, la emoción con el humor, lo abrumador con lo demoledoramente sencillo. No obstante, ello no redunda, sorprendentemente, en una falta de unidad sino que todos los elementos acaban estando conectados armoniosamente a través de su minuciosa exploración de la cuestión de la representación en el cine y de los dilemas y decisiones a las que todo cineasta se enfrenta. Ello enlaza esta película con otras del director como Amo que te amen y Así se rodó Carne Quebrada, en las que no llegamos a ver la que debería ser la película final (la obra artística ya culminada) sino solo los elementos sobre los que, en teoría, se debería construir la misma y el implícito análisis en relación a dichos elementos, por lo que, dicho sea de paso, en ella también podríamos encontrar ecos de La noche americana (1973) de François Truffaut, Ensayo de orquesta (1978) de Federico Fellini o Adaptation (El ladrón de orquídeas) (2002) de Spike Jonze. Aunque, por qué no, por esta reunión final de prácticamente todos los participantes en las anteriores películas de la serie, también nos puede recordar a la última secuencia de Rojo (1994) de Krzysztof Kieslowski, en la que igualmente convergen todos los protagonistas de la trilogía de los “Tres colores”: Azul (1993), Blanco (1994) y Rojo (1994). O, sin agotar todas las posibilidades, esa coexistencia entre la-película-que-es y la- película-que-no-llega-a-ser, entre la realidad perceptible y la realidad que está más allá de la percepción inmediata, pueden hacernos concluir que la película es, en realidad, el relato cuarenta y seis de El otro lado de la realidad (libro). Todo ello es posible porque, tras haber llegado la culminación de la serie de “El año de las 10 + 1 películas”, lo que nos queda claro es que, pese al contexto en el que obligatoriamente tiene que moverse (arte e industria, entrelazados y la mayoría de las veces enfrentados), pese a los dilemas insalvables que todo director ha de dirimir y resolver, pese a las contingencias que siempre afectan a cualquier rodaje, pese a las dudas que nunca dejan de acosar y las inquietudes que siempre son difíciles de canalizar, en el cine llega a caber todo, incluso, simultáneamente, lo más diferente y opuesto, incluso los términos que parecen, en principio, incompatibles o irreconciliables entre sí. Esa es la grandeza y el gran peligro que encierra la imagen. La película El otro lado de la realidad viene a ser, como finalización de la serie, una visita al punto geográfico en el que coinciden las fronteras de territorios cinematográficos diversos y heterogéneos, los mismos que hemos visitado en entregas anteriores. Al igual que ocurre en la ciudad de Baarle, que está situada sobre la frontera entre Bélgica y Países Bajos, de modo que nuestros pasos por ella nos irían llevando de un país a otro sin darnos cuenta, en El otro lado de la realidad pasamos de la animación al documental, del documental a la ficción, de la realidad al delirio, de la emoción al humor, del humor al análisis, sin solución de continuidad, sin giros bruscos o quiebros mareantes. En ese viaje, llegamos a ser testigos del potencial infinito de lo audiovisual pero, al mismo tiempo, de sus límites y condicionantes. Ahí, tenemos una épica y un drama. Se puede alcanzar, casi sin pretenderlo, lo excelso y, con la misma facilidad, caer en lo falso y acartonado. El caminar sobre esa delgada línea es, en resumen, la compleja tarea de todo director, una tarea para la que no existe, por mucho que se quiera decir al respecto, ni teoría ni manual de instrucciones.