Las mil y una palabras del ser andaluz
Un poco de historia. Hace nada que Ken Loach daba la campanada mezclando géneros en su conmovedor “Spirit of 45”, donde lo que parece un documental de calidad superior resulta ser un canto de amor a la socialdemocracia británica, una anómala heroína de cuando las cosas se hicieron bien.
Y por aquí también hemos probado la flor de lo bueno, pero de otra clase, también espiritual, pero más carnal, palpable, teatral, medio en cueros y hasta psicofónica. Gonzalo García-Pelayo, anoche lo vimos en la sala García Berlanga, acaba de pegarle también una voltereta a los géneros: “Alegrías de Cádiz”: una película sanamente multiuso con trapicheo de documentos: un canto de amor a la palabra, al habla andaluz, al habla de Cádiz, a las mujeres andaluzas, a las Pepas de Cádiz, que son cuatro como los palos de la baraja.
Canto de amor a las chirigotas, al Carnaval, a la guasa gaditana en estado de gracia. Y un canto de amor al flamenco y su palabra, una flamenquería que entra sin más ni más, que no necesita más explicación que permanecer a atentos. Pura hemorragia de oralidad, una colisión de fantasías que dan sentido a lo incierto.
Enamorado de la palabra, Gonzalo García-Pelayo ya fue gran maestro en la radio de hace eones, cuando le metía mano a los “Absolutamente grandes”, a los “Vientos del pueblo”. Luego produjo toda aquella apoteosis de discos con el rock andaluz y el flamenco del momento, donde dieron el cante hasta los últimos de la fiesta. Allí quedaron para siempre tesoros como la impagable charla de Joselero sobre las “inritaciones” tan malas que le hacía pasar Diego del Gastor cada vez que se le olvidaba el pañuelo, o el monumental romancero de José El Negro con sus cuatrocientos hombres en un jardín.
“Alegrías de Cádiz” es un documento del carajo, un peliculón de dos centavos y un millón de gracias: las mil y una palabras del ser andaluz, gaditano, carnavalero, vacilón y flamenco. Te alabamos Gonzalo.
Nota: Javier García-Pelayo interviene en el papel de Fernando Rey relatando los misterios del duende gaditano.
Pedro Calvo