Entonces Gonzalo sería Gaudí
Gonzalo García Pelayo 02.02.2014
Babs Johnson, ahora Vicente Monroy, que será arquitecto y cineasta, pronto me envía este maravilloso (al menos para mí) comentario:
Siempre me ha sorprendido una cosa que se da en la cultura española, y es una especie de disincronía con respecto al resto de Europa. Lo explico siempre a través de un ejemplo del que me hizo darme cuenta el profesor Carlos Sambricio en clase de Historia de la Arquitectura: el Escorial. El Escorial no es, lógicamente, el paradigma de lo renacentista, ni del orden, ni del equilibrio, ni de nada (esos paradigmas están en Italia, creo, o lo mismo son un mito), pero es mucho más hermoso que todo eso por haber accedido a un grado ajeno al tiempo, a una estética del anacronismo que tiene que ver con las influencias de los árabes, con el calor, con el secarral donde se impone y otro montón de extrañas casualidades. Extendido a nuestro cine, siempre ha sido así: figuras extrañas, solitarias como objetos misteriosos son el equivalente español a las olas y nuevas olas gregarias en el resto de Europa.
Hoy estamos de suerte. Sobre una de esas figuras misteriosas, Gonzalo García-Pelayo, empieza un ciclo en el Cine Doré. Durante algo más de una semana vamos a tener una oportunidad única de acercarnos a una de esas figuras ajenas al tiempo, capaz de acceder a un cruce de influencias que no tiene nada que ver con un movimiento grupal preciso. Su lugar es uno extraño entre la cultura popular, el pensamiento trascendente y una extraña influencia de la modernidad. Superponiéndolos, escapa de la sincronía europea de las nuevas olas. Y vuelvo a hacer una equivalencia arquitectónica: podríamos comparar, por ejemplo, a Juan Antonio Bardem con Secundino Zuazo, con esa fórmula rigurosa y racional de diseño. Entonces Gonzalo sería Gaudí, una fuerza viva de la iconografía, imposible de colocar en su tiempo o en cualquier otro porque se ha enfrentado, que diría Warburg, “a la marea del tiempo”.
Hoy a las 17,30, Manuela.
(Gracias Babs)