ANGKOR, CAMBOYA: DAMIANA por Emilio Porta
Es Emilio Porta quien escribe (gran comentario con nueva exaltación de Damiana=Laura Nevole):
ANGKOR, CAMBOYA: DAMIANA.
La impotencia y el destino, más allá de las intenciones.
Podría titular así una crónica de esta espléndida película. Porque todo sucede, el presente y lo que se trasluce del pasado, más allá de las intenciones de los personajes. El deseo y el sueño se ven constreñidos por la realidad. Es como si la muerte y la vida caminaran juntas desde el principio al final del film. Ese montaje en paralelo de lo que se filma y de lo que se vive, el desdoblamiento de personajes y actores, el contraste, la contradicción vital, el cine como creador de la ficción y la realidad como trasunto, en fin, aunque el argumento es teóricamente sencillo, lo que se desprende del film es complejo, muy complejo. A todo ello contribuye la excepcional interpretación de Laura Nevole, actriz de muchos kilates, porque es, sencillamente, una de las mejores actrices que he tenido la ocasión de conocer a través del cine. Qué capacidad de expresión, qué manera de transmitir, que realismo anclado en lo que interpreta, como si todo lo que nos muestra de sí misma y del papel que le toca estuviera unido de modo indisoluble dentro de su mente y su alma, pero que consigue ofrecerlo alternativamente por separado según lo que dicta el guion. Sí, qué modo de integrar lo que la película desdobla y de desdoblar lo que el realizador le pide. Laura, Damiana, te deja clavado en la butaca, en el asiento del lugar en que visionas. Algunos oscars y premios de interpretación en Cannes o Berlín se han dado con menos merecimientos que los que Laura Nevole acumula en esta fabulosa aparición.
Y luego el contrapunto de esas imágenes de Camboya, esos preciosos planos llenos de serenidad y belleza, esa quietud en movimiento y ese movimiento en quietud. Angkor, Camboya: Damiana, hace pensar. Y sentir. Es un viaje a través de lo no cumplido y también de la injusticia del amor, la injusticia ante la entrega de su compañero, que Juan José Vidal interpreta ofreciendo esa cara de bondad y generosidad aunque la vida no le ha dado lo que soñaba, es más, aun cuando tiene que asumir, con amor incondicional, la desilusión y el desdén, la “crueldad” que el director de la película en la ficción y que Gonzalo García-Pelayo pone en escena, en la dirección final, de Damiana. Es la crueldad de la desesperación. A las puertas de convertirse metafóricamente en piedra, la misma, en símil, de las estatuas de Angkor, estalla sin medida. Deja de engañar y de engañarse y grita en silencio y en gesto, en una secuencia absolutamente magistral en la habitación del hotel, en la que, física y emocionalmente destruida por su enfermedad terminal, rechaza cualquier caricia, cualquier consuelo, intentando borrar todo lo que ha vivido en los años anteriores, mientras se agarra a un único hilo de esperanza: encontrar algo de lo que perdió, hace tanto tiempo, cuando era una joven alegre que visitó – y vivió – Camboya. Se pueden decir muchas cosas de esta película, técnicamente perfecta: una banda sonora magnífica, acentuando con acordes exactos el transcurso de toda la historia, y una fotografía, planificación y montaje de un nivel superlativo. Pero lo más importante es que Gonzalo García-Pelayo, tan amante en su cine y su vida de la alegría, ha sido capaz de filmar, maravillosamente, una tragedia, y de hacerlo, no como acostumbra a través de manantiales de esperanza, sino de un hilo de esperanza mínima. Pero, tan bien lanzado al aire de un país que nos descubre, además, de un modo que cambia perspectivas previas, que hace que la amargura se convierta, en ese final sobre el otro final del atropello de Damiana antes de que la enfermedad acabe con ella, en esa conversación sin traducción, pero donde sí aparece la alegría, ese cierre de la charla del niño con el hijo que Damiana abandonó en su juventud, en continuidad de vida. La cual todos abandonaremos algún día, pero que seguirá, que sigue. Los habitantes de los templos de Angkor se fueron, pero otros pasos ahora los habitan.